sábado, 26 de abril de 2008

LA VENTAJA DE NO TENER TALENTO

El era un músico sin talento, mitad poeta y mitad frustrado y ella al parecer sólo estaba medio loca, hablaba poco, pero porque tenía un vocabulario pobrísimo que la obligaba a cerrar la boca o escupir improperios. Era de esperarse que en cuanto se miraron a los ojos, chispas de excéntrica pasión volaron entre ellos y se aferraron el uno al otro construyendo rápidamente una dinámica agridulce y también algo dolorosa. De cierto modo, era la única forma de felicidad y éxito que conocían, así que por pura ignorancia se creyeron la pareja perfecta (y a lo mejor lo eran, aunque la lógica y la moral no estén muy de acuerdo con las relaciones abusivas y dañinas).
El caso es que un buen día se les ocurrió escribir juntos la mayor obra de arte de todos los tiempos. Así que entre viajes de ácido, marihuana y algunos tragos de ron, comenzaron a garabatear un cuaderno hecho por ellos mismos para después conseguir a alguien que lo redactara de la manera más cuerda posible. Pasados 267 días y media noche más, terminaron de rayar casi 500 hojas, las juntaron y trataron de organizarlas, aunque en la mayoría no se entendía ni una letra y no se distinguía si habían dibujado para ilustrar ejemplos o habían derramado alguna substancia por accidente. Engargolaron la obra en paquetes de 158, 214 y 128 hojas respectivamente, pensando que sería interesante publicar la obra en volúmenes, como enciclopedia. Incluso pensaron en venderla de puerta en puerta ellos mismos, vestidos con uniforme.
Conocieron al Mosaico, otro pseudo poeta con el cerebro ya casi muerto, lo cual era una ventaja porque entendía perfectamente lo que la obra buscaba expresar y con la otra ventaja de que tenía una máquina de escribir, de esas que se usaban por ahí de los años setenta. Así que su extraña habilidad con las teclas y su mínima compresión de la realidad le ganó un pago mínimo de dos comidas al día, una botella de tequila a la semana y todos los agradecimientos de la pareja más tóxica que había pasado por su sótano (porque el Mosaico vivía en un sótano donde se colaba el frío, el agua y algunas ratas).
Para hacer la historia corta, porque ya no hay mucho tiempo para contar, resulta que mandaron copias hechas una por una a editoriales serias y reconocidas por sus trabajos con escritores latinos. Por alguna razón, tres de las seis editoriales hicieron ofertas y entre champaña, sonrisas falsas, abrazos y algunos billetes de alta denominación, publicaron su gran obra, su primer libro de sueños guajiros, trances en pareja y fantasías eróticas con personas de diferentes sexos. Y la crítica…y la crítica, tal vez por inocencia, tal vez por soberbia, tal vez porque no entendieron nada y prefirieron no aceptarlo…la crítica los aduló, los felicitó, los congració, los elevó a nivel de dioses de la literatura moderna, los nominó, los premió, los besó y los abrazó, los medios los entrevistaron, las cámaras los buscaron, los fotografiaron y de un día para otro, el par de orates se convirtió en la punta de la pirámide de la elite artística. Viajaron, aunque en todos los lugares hicieron básicamente lo mismo que ya sabían: beber hasta acabar a gritos, drogarse hasta acabar a golpes y reconciliarse con sexo sadomasoquista. Se perdieron de la magia de Nueva York y la luz de París, pero al final daba lo mismo porque en general nunca sabían dónde estaban o si era de día o de noche.
Y se supone que ahora debería de hablar de cómo su momento de fama y fortuna se fue al infierno en un desperdicio de vida, en un error de palabras a la prensa o en algún pasón de marihuana, pero en realidad no fue así. El tiempo, y las nuevas ediciones de su libro-enciclopedia, los consagraron aún más, ni siquiera se acordaron (ni por un minuto) que se supone que ellos eran los que vendrían su libro de puerta en puerta, en fin, esa era idea del pasado.
En cierto momento, la situación entre ellos pasó de ser insanamente excitante a desgraciadamente patética, pero nadie pareció notarlo, ni siquiera ellos, y siguieron haciendo lo de siempre, a veces con más lujos, a veces en un sótano con el Mosaico. Ni siquiera tuvieron que escribir otra obra, o libro, o lo que sea que hayan escrito. Siguieron igual, locos, faltos de talento, drogados, alcoholizados y violentos uno con el otro, pero a quien le importaba, si artistas consagrados como ellos nos dan esperanza a nosotros, los que de vez en cuando escribimos algo sacado directo de la tripa con ayuda de un buen trago de vino.

domingo, 13 de abril de 2008

NO HE HECHO NADA DE MI VIDA, PERO HE CANTADO COMO CRONOPIO

"Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan atropellar por camiones y ciclistas, se caen por las ventanas, y pierden lo que llevaban en los bolsillos y hasta la cuenta de los días.
Cuando un cronopio canta, las esperanzas y los famas acuden a escucharlo aunque no comprenden mucho su arrebato y en general se muestran algo escandalizados. En medio del corro el cronopio levanta sus bracitos como si sostuviera el sol, como si el cielo fuera una bandeja y el sol la cabeza del Bautista, de modo que la canción del cronopio es Salomé desnuda danzando para los famas y las esperanzas que están ahí boquiabiertos y preguntándose si el señor cura, si las conveniencias. Pero como en el fondo son buenos (los famas son buenos y las esperanzas bobas), acaban aplaudiendo al cronopio, que se recobra sobresaltado, mira en torno y se pone también a aplaudir, pobrecito."


(El canto del los cronopios. Historias de cronopios y de famas. J. Cortázar)

sábado, 12 de abril de 2008

¿A DONDE SE ME FUE LA VIDA?

Yo tenía planes. A los trece (cuando ya fuera grande) me iría de mi casa, huyendo de la monotonía, la incomprensión y la soledad y vería el mundo de cerca. En ese momento no quería cambiar al mundo, digamos que sólo planeaba tocar algunas vidas…pero tenía planes. Viajaría por el mundo, a lugares diferentes y conocería gente diferente en mi vagar por las ciudades y escucharía sus historias para contarlas después en algún otro sitio. Coleccionaría cicatrices de entornos a los que no pertenezco, sería testigo de lo que nunca había visto antes y escribiría descripciones exactas, profundas, inexplicablemente inspiradoras. Para los veintiocho (cuando ya fuera toda una mujer de mundo) habría probado todos los sabores, que podría describir desde el olfato, habría escuchado todas las palabras en todos los idiomas y podría repetirlas desde el tacto, hablaría conmigo misma, respondiéndome las preguntas que alguna vez me plantee. Tenía planes que pocos años después se convirtieron en deseos de creer, en necesidad de cambiar, en sueños imposibles que yo con mi sola voluntad lograría y viviría por siempre; no en la mente de los demás ni en los libros de historia, viviría por siempre en el universo.
Yo tenía planes y aparte de tocar vidas y cambiar al mundo, conocería el amor. El amor puro e inagotable que se siente como fuente de calor en el medio del pecho. El amor que hace sudar y pone a temblar, el amor platónico, el perfecto, el que viene de espacios y tiempos inmemorables, el amor que brilla, el amor que ruge desde dentro, el amor que ve desde lejos, el amor que se reconoce a kilómetros, a mares, a océanos de distancia. El amor que no se extingue ni con la muerte.
Tenía planes, pero nunca llegó el amor para llevármelo de la mano a vivir conmigo por el mundo. Llegaron los trece, pero descubrí que no llegaría a ningún lado a esa edad, llegó mi hora de tocar vidas, de cambiar al mundo, pero me desvié entre obligaciones y relaciones banales, con hombres que no me quisieron, conviviendo con gente sin caras ni historias. Salí al mundo, pero no lo vi tan de cerca como hubiera querido. Y pienso que no es demasiado tarde ahora a mis veintiocho (cuando ya soy toda una mujer, aunque no de mundo), vamos, nunca es tarde para encontrar el amor, porque llega exactamente cuando tiene que llegar, aunque sea a mares u océanos de distancia. No tenía planes, los tengo, aunque lamento haber perdido la inocencia en este tiempo, porque ahora escucho cuando me dicen que así son las cosas y no van a cambiar, porque nunca hemos visto que nada cambie. Escucho y a veces les creo, pero tengo planes, tengo planes de tocar vidas, cambiar el mundo y vivir eternamente en el universo, como una vibración silenciosa que afecta inconscientemente a su alrededor, como onda de agua. Tengo planes todavía y tocaré vidas y cambiaré al mundo…y también encontraré el amor.