El era un músico sin talento, mitad poeta y mitad frustrado y ella al parecer sólo estaba medio loca, hablaba poco, pero porque tenía un vocabulario pobrísimo que la obligaba a cerrar la boca o escupir improperios. Era de esperarse que en cuanto se miraron a los ojos, chispas de excéntrica pasión volaron entre ellos y se aferraron el uno al otro construyendo rápidamente una dinámica agridulce y también algo dolorosa. De cierto modo, era la única forma de felicidad y éxito que conocían, así que por pura ignorancia se creyeron la pareja perfecta (y a lo mejor lo eran, aunque la lógica y la moral no estén muy de acuerdo con las relaciones abusivas y dañinas).
El caso es que un buen día se les ocurrió escribir juntos la mayor obra de arte de todos los tiempos. Así que entre viajes de ácido, marihuana y algunos tragos de ron, comenzaron a garabatear un cuaderno hecho por ellos mismos para después conseguir a alguien que lo redactara de la manera más cuerda posible. Pasados 267 días y media noche más, terminaron de rayar casi 500 hojas, las juntaron y trataron de organizarlas, aunque en la mayoría no se entendía ni una letra y no se distinguía si habían dibujado para ilustrar ejemplos o habían derramado alguna substancia por accidente. Engargolaron la obra en paquetes de 158, 214 y 128 hojas respectivamente, pensando que sería interesante publicar la obra en volúmenes, como enciclopedia. Incluso pensaron en venderla de puerta en puerta ellos mismos, vestidos con uniforme.
Conocieron al Mosaico, otro pseudo poeta con el cerebro ya casi muerto, lo cual era una ventaja porque entendía perfectamente lo que la obra buscaba expresar y con la otra ventaja de que tenía una máquina de escribir, de esas que se usaban por ahí de los años setenta. Así que su extraña habilidad con las teclas y su mínima compresión de la realidad le ganó un pago mínimo de dos comidas al día, una botella de tequila a la semana y todos los agradecimientos de la pareja más tóxica que había pasado por su sótano (porque el Mosaico vivía en un sótano donde se colaba el frío, el agua y algunas ratas).
Para hacer la historia corta, porque ya no hay mucho tiempo para contar, resulta que mandaron copias hechas una por una a editoriales serias y reconocidas por sus trabajos con escritores latinos. Por alguna razón, tres de las seis editoriales hicieron ofertas y entre champaña, sonrisas falsas, abrazos y algunos billetes de alta denominación, publicaron su gran obra, su primer libro de sueños guajiros, trances en pareja y fantasías eróticas con personas de diferentes sexos. Y la crítica…y la crítica, tal vez por inocencia, tal vez por soberbia, tal vez porque no entendieron nada y prefirieron no aceptarlo…la crítica los aduló, los felicitó, los congració, los elevó a nivel de dioses de la literatura moderna, los nominó, los premió, los besó y los abrazó, los medios los entrevistaron, las cámaras los buscaron, los fotografiaron y de un día para otro, el par de orates se convirtió en la punta de la pirámide de la elite artística. Viajaron, aunque en todos los lugares hicieron básicamente lo mismo que ya sabían: beber hasta acabar a gritos, drogarse hasta acabar a golpes y reconciliarse con sexo sadomasoquista. Se perdieron de la magia de Nueva York y la luz de París, pero al final daba lo mismo porque en general nunca sabían dónde estaban o si era de día o de noche.
Y se supone que ahora debería de hablar de cómo su momento de fama y fortuna se fue al infierno en un desperdicio de vida, en un error de palabras a la prensa o en algún pasón de marihuana, pero en realidad no fue así. El tiempo, y las nuevas ediciones de su libro-enciclopedia, los consagraron aún más, ni siquiera se acordaron (ni por un minuto) que se supone que ellos eran los que vendrían su libro de puerta en puerta, en fin, esa era idea del pasado.
En cierto momento, la situación entre ellos pasó de ser insanamente excitante a desgraciadamente patética, pero nadie pareció notarlo, ni siquiera ellos, y siguieron haciendo lo de siempre, a veces con más lujos, a veces en un sótano con el Mosaico. Ni siquiera tuvieron que escribir otra obra, o libro, o lo que sea que hayan escrito. Siguieron igual, locos, faltos de talento, drogados, alcoholizados y violentos uno con el otro, pero a quien le importaba, si artistas consagrados como ellos nos dan esperanza a nosotros, los que de vez en cuando escribimos algo sacado directo de la tripa con ayuda de un buen trago de vino.
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1 comentario:
hahahaha amiga no mames que buena historia, por ahi dicen que muchos "artistas" de cualquier ramo se hacen famosos por un chispazo de suerte.
Quizá solo quizá podriamos un dia intentar, sin dogas pero si un poco de alcohol hacer algo asi, a ver si de pura chispa nos pega la fama.
te quiero
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