martes, 11 de diciembre de 2007

CORRESPONDENCIA

A Marcos Villaseñor, diciembre 2004

Ser una de tantas de la vida de uno, lo hace poco entretenido cuando estás sometida a ello, pero cuando trato de verlo de fuera, no logro entender demasiado a mi amigo que tiene un amor y admiración particular por cada una. Mente de artista, es la única forma en la que lo justifico e incluso me deleita la idea de ser atraída hacia alguien que ama a tantas al mismo tiempo. No sé si las ama y las admira del mismo modo que tú, pero son casi tantas como las tuyas.

Ser parte de su vida es más martirio que placer, sin embargo, el dolor es puesto a un lado cuando la posibilidad de ser la musa de alguno de sus pensamientos viene a prometerme un merecido lugar en su corazón. Y no, no quiero ser el amor de su vida, no quiero que me lleve al altar a intercambiar votos de fidelidad en la riqueza o en la pobreza, no quiero pasear a sus hijos por el parque o correr juntos por la playa con un Golden Retriever, no quiero que me lleve a las bodas de la familia...no, ningún tipo de compromiso. Quiero ser su musa, su pensamiento y su obsesión...pero entre tantas otras caras de mujer, entre tantos otros ojos de diferentes colores, entre tantas bocas de varios tamaños, entre tanta femineidad, dudo ser parte, si quiera, del más estúpido de sus pensamientos del día.

Sería fácil estar ahí para él todo el tiempo, pero las musas son intangibles y volátiles, un día lo amo, pero al día siguiente tal vez no. No sé si logro desconcertarlo, pero por lo menos nadie se aburre. Ser una de tantas no es divertido, es la clase de sufrimiento destructivo que mantiene a alguien al filo de sus propios pensamientos, lo emocional de lo emocional, lo incierto de la verdad y lo irreal de lo cotidiano. Contemplar, pensar y sentir. Amarlo sin decírselo, simplemente esperar a que una día aparezca ante mí, o tal vez aparecer de nuevo en su vida como si la última vez que nos vimos hubiera sido ayer.

He vuelto a escribir por razones profesionales más que emocionales. Me parece casi imposible en estos momentos poder expresar lo que siento por medio de palabras, a lo mejor evolucioné demasiado como para rebajarme a escribir, pero a lo mejor involucioné tanto en manos de la realidad que ya nada me parece digno de pensarlo o sentirlo demasiado.

Es difícil seguir con mi vida ahora, ya que me cuesta trabajo empezar de nuevo. Tengo cientos de postales de diferentes partes del mundo regadas por mi recámara y las paredes blancas y vacías son únicamente decoradas por un póster de 1981 sobre una conferencia de arquitectura italiana de 1600. No se me ocurrió nada más. Incompleto. Y así quiero volver a escribir...profesionalmente. Me gusta, porque hace mucho tiempo que no escribía ni cartas, pero por otro lado es confuso tener poco orden en mi vida.

Quién entiende a los hombres? Y quién me entiende a mi y mi necesidad imperiosa de ser un personaje mítico que viene y va. Nadie lo nota, creo. Soy lo menos interesante de su vida y creo que por eso me acepta. Tengo tan poca vida que él puede imaginarme como mejor le parezca, cuando no haya nadie mejor en quien pensar. Puede crearme y deshacerme miles de veces, porque estoy completamente en blanco, para que él pueda inventarme tal y como el misterio de mi persona pueda ser mejor resuelto. Quién los entiende? Lo único que buscan es lo mismo que yo, inmortalizarse en la mente de alguien más, ser y no ser al mismo tiempo, para llegar a serlo todo, todo el tiempo, para siempre. Una necesidad muy egoísta la mía, pero bueno, nunca lo había confesado y supongo que ya era tiempo de que supieras un detalle más de mí (Bet you are not surprised at all).

Entiendo cuando me explican las cosas y entiendo que no soy esa que pretendo ser. Sé perfectamente que él no sólo no siente nada por mí, pero a lo mejor es la simple idea de posibilidad, el ínfimo detalle de atención, la opción que haya algunas palabras escritas sobre mi, por pocas e insignificantes que sean. Estúpidamente me lo creo yo y con eso basta, aunque no sea cierto...la verdad nunca me importa a mí. La angustia viene cuando caigo en la cuenta de que tal vez muchas reciben la misma atención que yo, muchas más lo atraen verdaderamente e invaden sus pensamientos nocturnos, sus reflexiones matutinas e invocan sus palabras. No sólo no soy la única, sino soy algo menos que cualquier otra que en ese momento le obsesione más que yo. La que pone a un lado por pensar en alguna que conoció en circunstancias bizarras, la que se queda esperando cuando él va a buscar a otra que lo invade de curiosidad. Me quedo yo sola con mi desesperación, imaginándome si le dice a ella lo mismo que a mí, entre dudas y celos que carcomen. Regresa a mí...porque siempre todos regresan, sin embargo ahora sé que cualquier día se volverá a ir tentado por cualquier otra sirena que quiera poner su inocencia en manos de mi objeto de afecto.

Y todo, al final de cuentas es parte de sentir. No es necesario perdonar o amar descontroladamente. Esa forma de desear no se puede llamar amor. Sin embargo, es por demás interesante entrar al juego, siempre y cuando sepas retirarte orgullosamente a tiempo y no preocuparte por los detalles. Es cosa de mantenerte a la altura, no demostrar demasiado afecto, no hacer el mínimo gesto de celos, aunque se quiera toda la atención y por último, nunca recordar que muy en el fondo, podrías serle completamente fiel, de pensamiento y acción por muchos días y muchas noches seguidas.

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