viernes, 30 de noviembre de 2007

ESTACION DE LA MANO

Ayer leí este cuento de Cortazar escrito en 1943

La dejaba entrar por la tarde, abriéndole un poco la hoja de mi ventana que da al jardín, y la mano descendía ligeramente por los bordes de la mesa de trabajo, apoyándose apenas en la palma, los dedos sueltos y como distraídos, hasta venir a quedar inmóvil sobre el piano o el marco de un retrato, o a veces sobre la alfombra color vino.
Amaba yo aquella mano porque nada tenía de voluntariosa y sí mucho de pájaro y hoja seca. ¿Sabía ella algo de mí? Sin titubear llegaba a la ventana por las tardes, a veces de prisa -con su pequeña sombra que de pronto se proyectaba sobre los papeles- y como urgiendo que le abriese; y otras lentamente, ascendiendo por los peldaños de la hiedra donde, a fuerza de escalarla, había calado un camino profundo. Las palomas de la casa la conocían bien; con frecuencia escuchaba yo de mañana un aullar ansioso y sostenido, y era que la mano andaba por los nidos, ahuecándose para contener los pechos de tiza de las más jóvenes, la pluma áspera de los machos celosos. Amaba las palomas y los bocales de agua fresca; cuántas veces la encontré al borde del vaso de cristal, con los dedos levemente mojados en el agua que se complacía y danzaba. Nunca la toqué; comprendía que aquello hubiera sido desatar cruelmente los hilos de un acaecer misterioso. Y muchos días anduvo la mano por mis cosas, abrió libros y cuadernos, puso su índice – con el cual sin duda leía- sobre mis más bellos poemas y los fue aprobando uno a uno.
El tiempo transcurría. Los sucesos exteriores a los cuales debía mi vida someterse con dolor, principiaron a ondularse como curvas que sólo de sesgo me alcanzaban. Descuidé la aritmética, vi cubrirse de musgo mi más prolijo traje; apenas salía ahora de mi cuarto, a la espera cadenciosa de su mano, atisbando con ansiedad el primer –y más lejano y hundido- roce en la hiedra.
Le puse nombres; me gustaba llamarla Dg, porque era un nombre sólo para pensarse. Incité su probable vanidad dejando anillos y pulseras sobre las repisas, espiando su actitud con secreta constancia. Varias veces creí que se adornaría con las joyas, pero ella las estudiaba dando vueltas en torno y sin tocarlas, a semejanza de una araña desconfiada; y aunque un día llego a ponerse un anillo de amatista fue sólo un instante y lo abandonó como si le quemara. Yo me apresuré a esconder las joyas en su ausencia y desde entonces me pareció que estaba más complacida.
Así declinaron las estaciones, unas esbeltas y otras con semanas ceñidas de luces violetas, sin que sus llamadas premiosas llegaran hasta nuestro ámbito. Todas las tardes volvía la mano, mojada con frecuencia por las lluvias otoñales y la veía ponerse de espaldas sobre la alfombra, secarse prolijamente un dedo con otro, a veces con menudos saltos de cosa satisfecha. En los atardeceres de frío su sombra se teñía de violeta. Yo colocaba entonces un brasero a mis pies y ella se acurrucaba y apenas bullía, salvo para recibir, displicente, un álbum con grabados o un ovillo de lana que le gustaba anudar y retorcer. Era incapaz, lo advertí de pronto, de estarse largo rato quieta. Un día encontró una artesa con arcilla, y se precipitó sobre la novedad; horas y horas modeló arcilla mientras yo, de espaldas, fingía no preocuparme por su tarea. Naturalmente, modeló una mano. La dejé secar y la puse sobre el escritorio para probarle que su obra me agradaba. Pero era error: como todo artista, a Dg terminó por molestarle la contemplación de esa otra mando rígida y algo convulsa. Al retirarla de la habitación, ella fingió por pudor no haberlo advertido.
Mi interés se tornó bien pronto analítico. Cansado de maravillarme, quise saber; he ahí el invariable y funesto fin de toda aventura. Surgían las preguntas acerca de mi huésped: ¿Vegeta, siente, comprende, ama? Imagine tests, tendí lazos, apronté experimentos. Había advertido que la mano, aunque capaz de leer, jamás escribía. Una tarde abrí la ventana y puse sobre la mesa un lapicero, cuartillas en blanco, y cuando entro Dg me marché para dejarla libre de toda timidez. Por la cerradura vi que hacía sus paseos habituales y luego, vacilante, iba hasta el escritorio y tomaba el lapicero. Oí l arañar de la pluma, y después de un tiempo ansioso entré en el cuarto. Sobre el papel, en diagonal y con letra perfilada, Dg había escrito: Esta resolución anula todas las anteriores hasta un nuevo orden. Jamás pude lograr que volviese a escribir.
Transcurrido el período de análisis, comencé a querer de veras a Dg. Amaba su manera de mirar las flores de los búcaros, su rotación acompasada en torno a una rosa, aproximando la yema de los dedos hasta rozar los pétalos, y de ese modo, ahuecarse para envolver un flor, sin tocarla, acaso su manera de aspirar la fragancia. Una tarde que yo cortaba las páginas de un libro recién comprado, observé que Dg parecía secretamente deseosa de imitarme. Salí entonces a buscar más libros, y pensé que tal vez le agradaría formar su propia biblioteca. Encontré curiosas obras que parecían escritas para manos, como otras para labios o cabellos, y adquirí también un puñal diminuto. Cuando puse todo sobre la alfombra –su lugar predilecto- Dg lo observó con su cautela acostumbrada. Parecía temerosa del puñal, y recién días después se decidió a tocarlo. Yo seguía cortando mis libros para infundirle confianza, y una noche (¿he dicho que sólo al alba se marchaba llevándose las sombras?) principió ella a abrir sus libros y separar las páginas. Pronto se empeñó con una destreza extraordinaria; el puñal entraba en las carnes blancas u opalinas con gracia centellante. Terminada la tarea, colocaba el cortapapel sobre una repisa –donde había acumulado objetos de su preferencia: lanas, dibujos, fósforos usados, un reloj de pulsera, montoncitos de ceniza- y descendía para acostarse de bruces en la alfombra y principiar, la lectura. Leía a gran velocidad, rozando las palabras con un dedo; cuando hallaba grabados, se echaba entera sobre la página y parecía como dormida. Noté que mi selección de libros había sido acertada; volvía una y otra vez a ciertas páginas (Étude de Mains de Gautier; un lejano poema mío que comienza:”Poder tomar tus manos…”; Le Gant du Crin de Reverdy) y colocaba hebras de lana para recordarlas. Antes de irse, cuando yo dormía ya en mi diván, encerraba sus volúmenes en un pequeño mueble que a tal propósito le destiné ; y nunca hubo nada de desorden al despertar.
De esta manera sin razones –plenamente basada en la simplicidad del misterio- convivimos un tiempo de estima y correspondencia. Toda indagación superada, toda sorpresa abolida, ¡que acaecer total de perfección nos contenía! Nuestra vida, así, era una alabanza sin destino, canto puro y jamás presupuesto. Por mi ventana entraba Dgy con ella era el ingreso de lo absolutamente mío, recatado al fin de la limitación de los parientes y las obligaciones , recíproco en mi voluntad de complacer a aquella que de tal forma me liberaba. Y vivimos así, por un tiempo que no podía contar, hasta que la sanción de lo real vino a incidir en mi flaqueza, ardida de celos por tanta plenitud fuera de sus cárceles pintadas. Una noche soñé: Dg se había enamorado de mis manos –la izquierda, sin duda, pues ella era diestra- y aprovechaba mi sueño para raptar a la amada cortándola de mi muñeca con su puñal. Me desperté aterrado, comprendiendo por primera vez la locura de dejar un arma en el poder de aquella mano. Busqué a Dg, aún batido por las turbias aguas de la visión; estaba acurrucada en la alfombra y en verdad parecía atenta a los movimientos de mi siniestra. Me levanté y fui a guardar el puñal donde no pudiera alcanzarlo, pero después me arrepentí y se lo traje, haciéndome amargos reproches. Ella estaba como desencantada y tenía los ojos entreabiertos con una misteriosa sonrisa de tristeza.
Yo sé que no volverá más. Tan torpe conducta puso en su inocencia la altivez y el rencor. ¡Yo sé que no volverá más! ¿Por qué reprochármelo, palomas, clamando allá arriba por la mano que no retorna a acariciarlas? ¿Por qué afanarse así, rosa de Flandes, si ella no te incluirá ya nunca en sus dimensiones prolijas? Haced como yo, que he vuelto a sacar cuentas, a ponerme mi ropa, y que paseo por la ciudad el perfil de un habitante correcto.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

MI FANTASIA

Siempre he tenido la un-tanto-descabellada idea de que conoceré al amor de mi vida en la librería Gandhi de Miguel Angel de Quevedo, entre libros de arte y literatura latinoamericana contemporanea. No me queda muy claro cómo se puede conocer a alguien en un lugar tan intelectual, pero me imagino que me suena interesante la idea de estar absorta en el mundo de las letras cuando de pronto se acerque alguien y suba la mirada para descubrir al hombre que he estado buscando toda la vida, ahí detenido frente a mí como personaje de novela, entre Cortázar y Bolaño, entre obras de Da Vinci y Andy Warhol.

De entrada es ventaja porque sabré que es culto o medianamente culto...o algo culto por lo menos, porque nadie que no le guste leer entra a una librería. El caso es que se acercará a mí para platicar, pero yo no soy sociable y si un desconocido se pusiera a conversar conmigo así no más, sé perfectamente que no sería yo muy amable. Entoces tendría que ser el típico cliché de que chocamos por distraidos y se nos caen todos los libros que traemos en las manos. Al agacharse él a recogerlos (porque obviamente es todo un caballero), se da cuenta de que estamos a punto de comprar el mismo libro. Me dio hasta risa lo ridículo, pero en fin.

Ya después no se qué pasaría, sería ya demasiado cliché que me anotara su telefono en la primera hoja del libro (aparte que ya todos los libros vienen plastificados para hacer más difícil mi fantasía) e hiciera un intercambio de libros para que yo viera su número y lo llamara. ¡Obvio no lo llamaría! ¿Qué clase de psicópata anda anotando su número telefónico en libros esperando a que le llamen? Además que eso es de niñas. Yo soy la que debería de anotar mi teléfono en su libro y esperar como Cenicienta al principe azul (¿Qué clase de loca sería yo anotando mi número en libros de desconocidos deseando que me hablen para invitarme a salir?). Esta cuestión del teléfono vino a arruinar mis sueños sobre mi furuto romántico, sería mucho mas factible pensar que me mandan cartas como Cyrano de Bergerac a su amada Roxanne ("believe when I say that my heart cries out to you and if kisses could be sent by writing, you would read this letter with your lips"...y ella se desmaya).

Sería todo más fácil si no lo estuviera pensando, que fuera sorpresivo... inesperado. Algo así como reconocer al amor de tu vida entre una multitud y pilas de libros apartentemente desorganizadas y comenzar a hablar como si ya se conocieran desde hace tiempo, como si toda la vida hubieran estado esperando este momento en el que los dos por fin se encuentran, después de la búsqueda eterna e incansable. Las horas pasan y pasan, las personas y las páginas llenas de letras han desaparecido completamente, sabes que nunca la habías pasado tan bien conversando con alguien. Es entonces tiempo de despedirse, pero ninguno de los dos quiere irse porque no saben si se volverán a ver, hasta que alguno de los dos (no se cual) decide mostrar su última sonrisa mientras se aleja. Queda un sentimiento extraño en los dos, una felicidad nunca antes experimentada, como si toda tu vida, lo bueno y lo malo cobrara de pronto sentido al llegar este día, esta hora, esta conversacion con esta persona. Te queda también un dejo de tristeza, esa incertidumbre de no saber si el destino los volverá a unir.

Semanas mas tarde caminando por la calle, se encuentran de nuevo...

Al final nada tienen que ver los libros, creo. Que sea en una librería o donde sea, entonces.

martes, 27 de noviembre de 2007

SUEÑO ESTUPIDO (escrito al estilo de Bolaño)

Soñé con un funeral. B y yo nos dirgíamos al panteón cuando empezaba a hablar sobre su vida sentimental. Me decía que ya tenía 38 años y se tenía que casar. Yo miraba a B a los ojos y pensaba: ¿Por qué no me casé con él? Era alto, guapo y con una sonrisa muy agradable. Lo extraño a veces, creo que era buen amigo y me comprendía bastante bien dentro de todo ese desintrés que mostraba por la vida.

Después del funeral (que ya no recuerdo bien) llegaba a T con M. Ella se metía a escuchar una conferencia sobre los indígenas y yo mientas me perdía por la ciudad. Me daba miedo pensar que no sabía como regresar a mi casa.

Terminé el sueño en una heladería (¿se llaman heladerías o neverías?) pidiendo a probar sabores diferentes. Probaba uno de chocolate blanco que me empalagaba.

¡Que sueño más estúpido! No dormí bien.

lunes, 26 de noviembre de 2007

EL SUEÑO

Lo contemplo volviéndome invisible todo el tiempo, en silencio fingiendo hacer alguna otra cosa, mientras toda mi atención se centra en su cara o en sus manos o en sus gestos o en sus hábitos imprescindibles o sus manías incorregibles. Habla poco conmigo, así que puedo pasar horas interpretando sus movimientos, memorizando sus muecas y parpadeos. Me intriga su rara belleza masculina, tan lejos de todo y tan en control a la vez. Tan paternal e inocente. Así ha sido desde que lo conocí, misterioso, ensimismado y de pocas palabras, un hombre de veredictos que entiende mis problemas mucho mejor de lo que yo misma seré capaz de comprender jamás. Se cree mi salvador, y a veces me gusta hacerle pensar que lo es. No le teme a nada pero todo le complica.

Siempre gana las discusiones pero cuando no, me deja hablando sola y mira hacia otro lado dignamente, como si no valiera la pena seguir discutiendo con alguien que no comprende sus razones. Así, se queda en silencio y yo puedo verlo profundamente, leer sus pensamientos por debajo de su piel y admirar su belleza, esa inusual belleza que jamás había contemplado hasta esa noche de lluvia en la que me cruce groseramente en su camino. Lo recuerdo vestido con gabardina negra, completamente mojado a la mitad de la calle. Sus ojos azules tenían un brillo incomparable esa noche y su boca dibujaba una sonrisa discreta que no se podía disimular, había estado con alguien a quien amaba y la emoción lo obligaba a pasar por alto la lluvia, el frío y mi presencia. Nunca había visto tal perfección, la cara y el cuerpo de un hombre completamente enamorado, desprendido de la realidad. Quise ser esa mujer a la que acababa de tener, quise, al igual que ella, poder tocar su piel mojada con los labios.

No me hizo el mínimo caso, pero yo ya estaba decidida: quería quedarme con él para siempre y así iba a ser aunque tuviera que tolerar su desprecio por algún tiempo. Pasados varios meses me sorprendí siendo parte de su vida, estaba ya acostumbrado a mi presencia, mis necesidades, mis vicios y mis atenciones. Me juró que había olvidado a aquella mujer. Se perfectamente que no es verdad (yo no le exigí jurarlo, a mi me da igual un juramento que una confesión o un arrebato de mentiras), que si por él fuera seguiría esperándola en lugares secretos y oscuros, la seguiría adorando día y noche sin condiciones, sin pedir explicaciones. Eso lo sé, pero también sé que todos amamos como podemos, nos amen de regreso o no.

lunes, 12 de noviembre de 2007

TORTURA EN PEDACITOS

No lo quiso decir, pero sé que no durmió en varias noches. Y no porque no pudiera, sino porque no le dio la gana, así no más por capricho. Privarse de las cosas básicas de la vida era su forma de autocastigarse: no comía, no dormía, no hablaba con nadie…creo que en alguna etapa de su vida decidió no bañarse y andaba por ahí alejando gente con su olor a rancio. Pero en fin, cada quien tiene derecho de hacer lo que le parezca lógico para expiar sus culpas.

El caso es que dejo de dormir, y todo comenzó a verse extrañamente misterioso y grave desde su punto de vista. Por los días era como si no estuviera presente, como si escuchara las voces desde un más allá que no está tan allá. Y en las noches era peor, como no tenia en qué pensar ni demasiada energía para hacerlo, los detalles más pequeños y absurdos le parecían el fin del mundo. Por ejemplo, una noche se le durmió la mano derecha (había partes de su cuerpo que ya estaba demasiado cansadas, me imagino) y entonces pensó que tal vez era una gangrena y que cuando saliera el sol, él tendría la mano completamente morada y podrida y entonces se la tendría que separar del cuerpo él mismo. Porque pensó que si acudía al médico, le daría una receta para dormir y él estaba completamente determinado a no volver a pegar los ojos mientras no fuera para parpadear. Pero para ese entonces, sus ojos distaban mucho de estar bien abiertos, al contrario, parecían más bien mal cerrados.

Creo que siguió así toda la semana. Pensando en cosas devastadoramente fatales durante la noche, inventándose las peores de las enfermedades, viéndose a si mismo cortándose su propia mano con un cuchillo de cocina o cayendo en coma en la regadera mientras toda su casa se inundaba y él al final moría ahogado. Tenía pensado dejar de dormir el resto de su vida. Se tenía en muy alta estima, porque siempre quería autocastigarse para siempre, pero rara vez pasaba de la semana. Pero en esta ocasión particular se mantuvo en vigilia durante casi un mes. Aunque en momentos se quedaba dormido sin darse cuenta, entonces dormía profundo durante 10 o 15 segundos y soñaba que llegaba a una casa gigante, donde yo era la reina y él el rey. ¡Qué sueño más cursi! Pero le gustaba ser el rey, por mandón. Soñaba que tenía una docena de consejeros con los que hablaba del destino del reino. Decía él con voz solemne que era hora de ir a la guerra. Y entonces despertaba sobresaltado, como si la palabra guerra fuera demasiado fuerte como para soñar con ella. Se despejaba, ponía por un segundo las manos sobre sus ojos y se levantaba a prepararse más café. Por esos días tomaba cinco tazas de café al día. Ni una más porque había leído en un libro que si tomas más de seis te mueres, y él quería seguir prolongando su tiempo de tortura, evidentemente.

Mientras tomaba café negro muy caliente hablamos por teléfono. A ratos durante la conversación se quedaba dormido, aunque él decía que era silencio, que sólo estaba pensando qué decir. Cuando terminamos de hablar se sentía más tranquilo, no se había terminado la taza de café cuando se sentó en el sillón y cerró los ojos durante dieciséis horas seguidas.


escrito por: Maria Van Böller

domingo, 11 de noviembre de 2007

10 IDEAS INTERESANTES DE SERES HUMANOS COMUNES

Encontrábame yo despertando a las nueve de la mañana del domingo cuando me acordé de una idea que tenía uno de mis mejores amigos con respecto a la posición que debía adoptar mientras dormía y casi al mismo tiempo me acordé de las ideas y/o creencias que tienen personas que conozco sobre determinadas situaciones. Algunas son mas extrañas que otras, así que decidí hacer mi top ten de las ideas más interesantes que he oido de personas comunes y corrientes que he conocido en mi transitar por la vida. Y helas aquí:

10. Una amiga de la secundaria en Cuernavaca creía que si se quedaba quieta mucho tiempo se podía convertir en florecita.

9. Una amiga del Tec había creído toda su vida que cuando un niño le sacaba la lengua era porque estaba enamorado de ella.

8. Una de mis mejores amigas cree que si tomas agua sola después de una borrachera te mueres, así que ella siempre toma jugo. (Aunque los demás tomemos agua y no nos hayamos muerto).

7. Uno de mis mejores amigos creía que si te tomabas un six de chelas seguido (así como de hialgo, digamos) te morías porque lo leyó en un libro. Otra amiga le refutaba que si comías una bolsa de palomitas de mantequilla antes de tomarte el six completo, no llegabas ni a emborracharte.

6. Mi roomie en Moscú le hablaba a la ropa antes de ponersela, porque decía que de esta forma la ropa que elegía se sentía valorada y entonces haría lo posible por hacerla lucir bien.

5. Otro de mis mejores amigos duerme sólo sobre su lado derecho, ya que dice que si se pone de lado izquierdo oprime el corazón y afecta su funcionamiento.

4. Mi ex novio holandés creía que si dejabas de tomar alcohol durante varios meses, cuando volvías a hacerlo podías consumir mayor cantidad porque practicamente estabas compensando todos los meses que no habías tenido alcohol en tu sistema (algo así como tener un saldo a favor).

3. A mi roomie en Santiago (cuando vivía en Bellavista) no le gustaba que nadie se acostara en su cama cuando ya estaba hecha porque decía que la vibra ajena se impregnaba en su cama. Sin embargo, cuando la cama estaba deshecha se podía acostar quien quisiera con toda la libertad (o sea, que la vibra se impregna MAS habiendo una colcha de por medio?)

2. Un maestreo de inglés creía que Dios escuchaba todas las canciones que se creaban en la Tierra y sólo aprobaba las que tenían un contenido de bien y las protegía con su poder divino. Las demás canciones las marcaba el Diablo y era por eso que cuando tocabas los discos al revés se oian mensajes satánicos.

Tengo que advertir que el número 1 es asqueroso, pero no puedo negar que es la creencia más interesante que me han contado:

1. Un chelista chileno que conoci en Mendoza tenía la teoría de que con sólo ver el color de piel de una mujer se podía adivinar el sabor de sus fluidos vaginales.

He ahí el top ten de creencias interesantes dela gente común. Habrá que comprobarlo no?

viernes, 9 de noviembre de 2007

LA TEORIA DE LA VACA BLANCA

Entre todos los cabildeos que me brotan en las horas muertas, he sacado varias teorías sobre la vida y sus razones. Una de ellas (la más reciente, de hecho) es la brillantísima Teoría de la Vaca Blanca. Y por alguna razón que desconozco en este momento (puede ser iluminación divina o puede ser que me creo guru) he decidio explicarla para que permanezca en las mentes de los tres seres humanos que de vez en cuando leen mi blog (uds saben quienes son). Así que me dispongo a desarrollar la teoría, por favor pongan atención y absorban lo que puedan.

Todo comienza cuando un ser humano promedio, en pleno uso de sus facultades mentales desea algo, por ejemplo, una vaca (para que? quien sabe, pero quiere una vaca). Al decidir que tipo de vaca quisiera, se da cuenta de que le gustaría tener una que fuera completamente blanca, grande y gorda. Una vaca feliz para su dueño feliz.

Asi que el ser humano cualquiera se dispone a recorrer el campo abierto para encontrar su tan añorada vaca. Sale de su casa (o granja o rancho o lo que se que haya por esos campos)y camina buscando una vaca blanca. Le pregunta a un granjero que le ofrece pollos, cochinitos, gallinas, vacas blancas con negro y bueyes si tendrá entre sus animales una vaca completamente blanca.
- Uy no!- dice el granjero. Las vacas blancas son muy difíciles de conseguir, hay muy pocas y solo los que ofrecen mas dinero se las llevan.
El ser humano promedio en pleno uso de sus facultades mentales se siente un poco triste con lo que el granjero le dice.
-Ande, le dice el granjero. Llévese la vaca esta blanquinegra, está bonita, es buena y se la dejo a mitad de precio.
El ser humano común le dice que lo agradece pero no, que prefiere seguir buscando a su vaca blanca. Se encuentra un poco decepcionado, pero sabe que todavía sobra mucho campo, así que sigue caminando. A los pocos minutos, el buen espíritu vuelve y recorre feliz los pastos verdes, soñando con su vaca blanca.
Después de varias horas buscando, el ser humano promedio se da cuenta que encontrar una vaca blanca en realidad si es difícil, tal y como lo dijo el granjero. Ya ha preguntado a varias personas del campo que venden animales y ninguno tiene una vaca completamente blanca. Todos concuerdan en lo mismo: las vacas blancas son escasas y sólo los más ricos se las llevan a casa, aparte de que hace tiempo que ninguno de ellos ha visto una.
-Yo que usted, me llevaba esta vaca café que por lo menos sabemos que da buena leche- de dice la última mujer que ve en el camino.
El ser humano común y corriente ya esta cansado, decepcionado. Mira al horizonte y parece que el campo se acabará a pocos metros y él no ha visto si quiera a su tan añorada vaca blanca.
Agradece a la señora su consejo, y sigue caminando, ya lo hace más por costumbre que por convicción. Está desanimado y comienza a pensar que tal vez todos tengan razón: el jamás podrá tener una vaca completamente blanca.
Llega a una granja lejana y habla con el granjero encargado. Le pregunta por una vaca blanca. El granjero le pregunta desde donde viene y el ser humano promedio le cuenta su recorrido. El granjero lo mira con tristeza en los ojos y le dice:
- Mira, yo estuve buscando mucho tiempo una vaca blanca, y llegue hasta aqui, donde estoy parado ahora sin encontrarla. En el camino tambien me ofrecieron una vaca blanca con negro, una vaca café, una gallina y un cerdo. No las tomé. Cuando llegué a este punto, vi que sólo quedaban ovejas y supe que si no las tomaba, iba a haber perdido todas las oportunidades. Así que eso te digo yo, toma esta oveja, que es buena, es bonita y es blanca. No es una vaca, pero es lo mejor que vas a poder tener. No pierdas más oportunidades.
El ser humano promedio mira de nuevo al horizonte, todo el campo más allá parece completamente vacío. ¿Debería hacer caso y tomar la oveja? Mira al granjero y ve en su mirada resignación y un poco de tristeza oculta. Sabe que no quiere terminar así, sin ir más lejos, conformándose con lo que hay sólo por cansancio y desesperanza, por miedo a nunca encontrar lo que busca realmente.
¿Quedarse con la oveja cuando lo que se busca es una vaca blanca? No, dice el ser humano promedio en pleno uso de sus facultades mentales, seguiré caminando un poco más.

No se todavía si existió al final la vaca blanca. Sería un atrevimiento de mi parte asegurar que el ser humano común y corriente que recorre todo el camino que sea necesario encontrará al final, antes de llegar al horizonte exactamente lo que busca. Sin embargo, creo que no hay que conformarse con otra cosa por cansancio de seguir buscando. En este momento, creo que la vaca blanca existe y sé que la voy a encontrar.